Autor: Laura Ireri Romero Ramírez
2020
Autor: Laura Ireri Romero Ramírez
2020
La Piscología Ambiental es la psicología del espacio y analiza las percepciones, las actividades y los comportamientos del individuo en relación explícita con el contexto físico y social en el cual éste evoluciona. Actualmente hay varias tendencias dentro de la Psicología Ambiental, dentro del campo de la relación ambiente-comportamiento humanoDesde el punto de vista psicosocial y cultural, existe un enfoque ambiental comunitario, que consiste en identificar mediadores personales y culturales de las respuestas humanas al ambiente, para definir criterios de diseño ambiental que presten un óptimo apoyo a los objetivos y a las actividades de la comunidad.
Kurt Lewin (1946) fue uno de los primeros en explicar la importancia de la relación entre los seres humanos y el medio ambiente. Buscaba entender la influencia que el medio ambiente tiene sobre las personas, las relaciones que establecen con él, la forma en que las personas actúan, reaccionan y se organizan con el medio ambiente.
Hace algunos años se presentó un fenómeno o tendencia en donde la sociedad busca crear acciones que procuran el cuidado del medio ambiente, una de ella es “no al popote”. Por ejemplo, si exploramos en redes sociales encontraremos imágenes, textos, videos y más sobre los problemas que ocasionan los popotes en especies marinas; este movimiento promueve eliminar el uso de popotes, a lo cual surgieron opciones biodegradables, es decir una nueva generación de popotes y esto se ha extendido a más productos de este tipo.
Las conductas observables son todas aquellas en las que el individuo deja en claro sus emociones, pretensiones, sentimientos y actitudes a través de sus actos, ya sean conscientes o inconscientes.
Los problemas ecológicos, como el calentamiento global, la disminución de la capa de ozono, la sobre explotación, la destrucción de los recursos naturales o el cambio climático han motivado, en los últimos años, ha incrementar un cambio de actitud en la sociedad; por ejemplo, entre los consumidores y las empresas se ha dado una evolución en sus valores hacia aquellos relacionados con la protección, la defensa del medio ambiente y su preservación para generaciones futuras (Akehurst et al., 2012).
El comportamiento ecológico lo podemos observar como una serie de conductas que manifiestan los individuos y a menudo el comportamiento se ha utilizado como indicador de la conducta. “Este comportamiento incluye una amplia variedad de acciones como la compra de productos ecológicos, el activismo medioambiental, la reutilización o reciclaje de productos y envases, el ahorro de agua y energía, etc.” (López et al., 2010).
Las creencias están más cercanas al campo de los hechos y por ello más fácil de cambiar que los valores, éstas aluden a lo que tiene que ver con el conocimiento y con la información que las personas disponen con respecto a una cosa, sea más concreta o más general. Nos referimos a la creencia respecto a los efectos que nuestro comportamiento puede originar en el entorno; pero también a creencias más generales, como la idea que el ser humano es el centro de la naturaleza (antropocentrismo).
Este caso específico se denomina “creencias primitivas» (también en el sentido de rudimentarias) en su modelo de actitudes ambientales. Además de la idea de que la humanidad está por encima y aparte de la naturaleza, rechazándose por tanto cualquier idea de interdependencia con el resto de seres vivos; otras creencias se basan en el progreso y el crecimiento, donde «grande» es sinónimo de mejor, y que la ciencia siempre creará tecnología para solucionar cualquier problema.
Ancestralmente se tiene concebida en la humanidad la idea de que el ambiente, la naturaleza y la biodiversidad se encuentran al servicio del hombre, para satisfacer sus necesidades “la creencia de poder manejar la naturaleza y otorgarle poca importancia al equilibrio de los recursos naturales está cambiando rápidamente ante los insistentes avisos de la madre tierra” (Cayón, 2011).
Esta creencia ha mantenido la supervivencia del hombre a través de los años y ha probado ser cierta, pero la renovabilidad de la biodiversidad no se manifiesta al mismo tiempo del consumo que se tiene. Es aquí en donde las acciones del ser humano deben dejarse ver, en donde la conciencia ambiental debe expresarse. El conocimiento forma parte de la creencia y “las personas combinan sus valores y creencias para construir las actitudes que guiarán sus actos” (Terán de Serrentino et al., 2013).
Si retomamos a la época vikinga, por ejemplo, hacia el año 789 d.C. su religión se encontraba llena de veneración a la naturaleza y la explicación de que todo provenía de los dioses que manejaban el mundo a su antojo. Sí lo preferimos, podemos retomar la propia cultura mexicana, que igualmente veneraban a los dioses que producían efecto sobre la naturaleza, como Tláloc para los náhuatls, que era el dios que traía la lluvia. La creencia de tener a los dioses complacidos para que ellos favorecieran con un buen cultivo, una pesca, lluvia o clemencia para que las estaciones menos favorables fueran tranquilas y llevaba a las personas a tener un gran respeto por lo que la tierra les otorgaba y de la misma forma tratar de retribuir a la tierra.
Es aquí en donde entra el fino equilibrio que se pierde con facilidad. No existe en el planeta otra especie más que el humano que amenace y atente contra su propia supervivencia de la forma en la que lo hacemos. Los seres humanos llevamos una vida inmersa en la producción y el consumo, donde los bienes materiales son lo más preciado y no así aquello que nos permite conservar la vida. Lo que nos puede llevar a pensar ¿la humanidad está consciente de su frágil existencia?
“La construcción de las actitudes hacia el ambiente se basa en las expectativas sobre el objeto de actitud, las cuales se van formando desde la orientación de valores” (Terán de Serrentino et al., 2013).
Los valores son estructuras más complejas y difíciles de cambiar, mucho más que las actitudes, las cuales son a su vez, manifestaciones de diferentes valores en torno a los cuales se agrupan de algún modo jerárquico. Éstos “actúan como un filtro que modula la información que la persona evaluará, de modo que si la información disponible sobre la situación, el objeto o la conducta en sí misma es congruente con sus valores individuales, esa persona desarrollará unas creencias más positivas hacia dicha situación, objeto u acción. Estas creencias, al encontrarse más cercanas a las actitudes que los propios valores, influirán en que la persona desarrolle actitudes favorables” (Terán de Serrentino et al., 2013).
Si retomamos la actitud dentro de los valores, se puede plantear que “toda actitud incluye componentes, como sentimientos y afectos que acompañan a la idea y creencia” (Cayón, 2011). Así será entonces que el valor representará en el individuo un pilar y guía de su acción. El INEGI en 2017 menciona que el 43.6% de la población realiza la acción de separación de basura, el 56.4% de la población que no ejerce está acción dice que no la lleva acabo por que la revuelven cuando se recoge, además no sabe que residuos separar, no hay centros de acopio cercanos, no sabe donde depositarla, no sabe qué utilidad tiene separarla, no tiene espacio para almacenarla, no le interesa o le supone mucho esfuerzo. Todas estas razones tienen un componente social, ligado a valores y creencias de los individuos.
Si mencionamos la conciencia ambiental, ésta no es un valor. Pero será entonces un conjunto de actitudes, creencias, afectos y conocimiento alimentados por contextos psicosociales y factores contextuales. Todo esto se encuentra dando paso al fenómeno del Nuevo Paradigma Ambiental.
Es importante mencionar que en el planeta existe un equilibrio natural en la biodiversidad, y su deterioro y/o extinción por factores antrópicos puede provocar un desequilibrio en los ecosistemas y los resultados de esto impactarían de manera dramática la forma de vida que conocemos (Ramírez, 2014). La percepción de los problemas ambientales y su gravedad se encuentran sujetas a otros conceptos, como el conocimiento, el lugar en donde se reside y si es urbano o rural, así como sus creencias y valores.
Una persona que habita en una zona rural, tendrá una mirada y percepción distinta del ambiente, en contraste con su contraparte, que sería una persona que habita en un área urbana, sobre todo si esta zona se encuentra en una metrópoli. El ajetreo y la vida cotidiana de cada uno los absorbe en un ensimismamiento que la percepción de ambos se modifica en diferentes grados. “Las áreas naturales en ambientes urbanos también son importantes para la investigación social, ya que en ellas se dan distintas problemáticas de la relación entre seres humanos y recursos naturales” (Yara, 2010).
Las percepciones ambientales han sido abordadas desde distintas disciplinas, entre las que predominan la psicología, la antropología y la geografía. Esta última ha contribuido a desarrollar una visión integradora que contempla el proceso de toma de decisiones en torno al ambiente y su manejo (Yara, 2010).
Los estudios psicosociales y psicoambientales (referidos éstos a los estudios centrados en la problemática de la conservación) resultan pertinentes en la búsqueda de formas de cambio de los predictores de las conductas que protegen al medio y son indispensables en los programas de intervención educativa formal e informal (Bustos et al., 2010).
Hallman y Wandersman (2010) consideran que es importante el estudio de las manifestaciones de la responsabilidad que tienen los individuos de su medio ambiente, debido a que ello contribuye al entendimiento acerca de cómo es que los ciudadanos centran sus culpas, ansiedades y acciones cuando encaran una problemática ambiental y también porque se puede observar como los individuos asumen su propia responsabilidad para resolver problemas ambientales.
Si observamos el panorama actual, el mundo está viviendo una pandemia con el virus SARS-CoV-2; éste ha impactado en diversos aspectos, pero tenemos un origen biológico. Hemos podido observar todos los días la reacción de la sociedad mundial ante la emergencia sanitaria; aunque también hemos observado que existe desconocimiento ante el funcionamiento de la biología del mundo, la forma en la que el mismo ambiente reacciona ante las acciones ejercidas por los seres humanos. La OMS ha demostrado que el medio ambiente es responsable de aproximadamente una cuarta parte de las muertes en el mundo. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los EE. UU. estiman que tres cuartas partes de las enfermedades nuevas o emergentes que infectan a los humanos, como el ébola, el dengue, el zika o la fiebre amarilla, se originan en la vida silvestre (Guy et al., 2020).
La sociedad parece tener una percepción de la biodiversidad en donde no se percatan que las propias acciones humanas pueden generar cambios dramáticos en los ecosistemas y que estos cambios repercuten directamente en el ser humano “Existen varias formas en que la alteración de los ecosistemas puede exacerbar las enfermedades infecciosas; por ejemplo, estamos invadiendo cada vez más los bosques tropicales que albergan innumerables especies de animales y, dentro de ellos, existen virus desconocidos y potencialmente nuevos. Cuando perturbamos y estresamos estos ecosistemas y especies, corremos el riesgo de liberar virus de sus anfitriones naturales, los cuales pueden saltar a los humanos” (Guy et al., 2020).
La percepción social que se tiene sobre la biodiversidad es un fenómeno con diferentes aristas y que es importante y necesario estudiar y analizar para de esta forma poder crear y generar acciones que permitan promover el cuidado y preservación de la biodiversidad que mantiene el equilibrio ecológico.
Me he podido percatar en la interacción con conocidos, amigos, compañeros de escuela de mi hija y míos, incluso de conversaciones que se llegan a escuchar entre desconocidos, el total desconocimiento que se tiene sobre la biodiversidad y el ambiente. Existe una profunda desconexión en el ser humano con su propia conciencia ambiental. He notado que las personas no se percatan que viven dentro de un ciclo biológico y pertenecen a un sistema cuidadosamente equilibrado, en donde la más pequeña alteración pude romper este equilibrio y perjudicar directamente el bienestar del ser humano. Somos parte de un sistema, dentro de un enorme ecosistema en el planeta, pero parece que la percepción del hombre se inclina a verse alejado de este sistema, como si no perteneciera o estuviera sobre éste. He notado que las personas tienen la concepción de que la biodiversidad les pertenece, como si fuese un bien más; pero no se percatan que de no ser por ese bien que creen poseer, su existencia en el planeta no sería posible. Y sólo como un ejemplo podemos citar, que de no existir la diversidad de plantas que tenemos, no tuviéramos el oxígeno para respirar.
La actitud de las personas ante el tema ambiental está ligado automáticamente a características específicas y a imágenes que vienen a la mente, tanto de campañas promovidas por el gobierno como particulares. Tal es el caso de los comerciales en los 90´s con la frase “gota a gota el agua se agota” por dar un ejemplo. Pero la generación que creció con esta campaña sigue teniendo una profunda desconexión con su conciencia ambiental, ya que el impacto social que debió tener la campaña no se dio y actualmente sufrimos de aún más escasez de agua.
El consumo de recursos naturales, ésta ligado al bienestar del ser humano y la sociedad tiende a dar por sentado que estos recursos básicos deben ser otorgados, cómo si ellos fueran ilimitados. Por ejemplo, en asentamientos ilegales se le exige al gobierno tomas de agua o incluso en municipios, los nuevos residentes esperan que se les otorguen tomas de agua, pero se observado que el mayor problema es que no hay suficiente agua para abastecer a todas las comunidades, incluso para mantener el bombeo de agua actual se requiere de una aportación monetaria para el mantenimiento de las tuberías y permitir que se brinde lo mejor posible el servicio; sin embrago, muchas personas se muestran renuentes a pagar por ese bien, es aquí donde podemos observar nuevamente que la sociedad tiene una concepción errónea de los recursos naturales, en donde los percibe como inagotables y propios de la persona.
Considero que la difusión sobre el cuidado y preservación de la biodiversidad, debe ir dirigida en función de hacer conciencia de que el ser humano es parte del medio ambiente, es parte de un ciclo y un equilibrio; en donde sus acciones repercuten directamente sobre su propio bienestar. Todo esto lo concluyo con la siguiente frase “Preservar la biodiversidad para preservar el bienestar del ser humano”.
Akehurst, G. A. (2012). Re-examining green purchase behaviour and the green consumer profile: New evidences. Management Decision, 50(5), 972-988.
Bustos, A. H. (2010). Ayudando a contrarrestar el deterioro ecológico: atribución y motivos para conservar agua. La psicología social en México. Pp. 521-520. Obtenido de https://mach.webs.ull.es/PDFS/Vol5_1y2/VOL_5_1y2_f.pdf
Bustos, A. M. (2010). Modelo de conducta proambiental para el estudio de la conservación de agua potable. Tesis de Doctorado. Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. Obtenido de
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Cayón, A. P. (Septiembre de 2011). Conciencia ambiental en el sistema educativo Venezolano. REDHECS Revista Electrónica de Humanidades, Educación y Comunicación Social, 11, 163-186.
Obtenido de http://ojs.urbe.edu/index.php/redhecs/article/view/253
Guy, E., García, A., Watkins, G. (2020). ¿Cuál es el vínculo entre COVID-19 y las emergencias ecológica y climática? Hablemos de Sostenibilidad y Cambio Climático. Obtenido https://blogs.iadb.org/sostenibilidad/es/cual-es-el-vinculo-entre-covid-19-y-las-emergencias-ecologicas-y-climaticas/
Hallman, K. W. (2010). Attribution of Responsibility and individual and Collective Coping with Environmental Threats. Journal of Social Issues, 101-118. Obtenido de https://mach.webs.ull.es/PDFS/Vol5_1y2/VOL_5_1y2_f.pdf
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López, M. M. (2014). Medidas del comportamiento ecológico y antecedentes:
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Ramírez, L. I. (2014). Ingeniería del software aplicada a un sistema entomológico (Maestría). Tesis de Maestría en Ciencias, Colegio de Postgraduados Campus Montecillo. 78 p.
Terán de Serrentino, M., Bermúdez, A., & Castillo, M. (2013). Relación entre valores, normas y creencias proambientales y actitudes hacia el reciclaje. Educere, 17(57), 261-269. Obtenido de:
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Yara, F. M. (2010). ¿Por qué estudiar las percepciones ambientales? Una revisión de la literatura mexicana con énfasis en Áreas Naturales Protegidas. Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad, 15(43), 180-202. Obtenido de: http://www.scielo.org.mx/pdf/espiral/v15n43/v15n43a6.pdf
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